miércoles, 12 de agosto de 2015

EL HAMBRE DE ANTAÑO EN LA MESA DE HOY ( LHARDY)

"No hay nada más  parecido  a doblar una esquina como comer fuera de casa y viajar.
Nunca sabes quién se sentará en la mesa de enfrente.  Ni que mirada encontrará la tuya al bajarte del tren."
MaLnaik






Salon Isabelino de Lhardy, estación de Valladolid y el Ave.


El hambre de antaño en la  mesa de hoy( Comer en Lhardy)


Aunque mi estado de ánimo esté habituado a pasearse enjaulado en la trinchera que las circunstancias me obligaron a construir con uñas y dientes, de vez en cuando, respiro, cojo aire, compro un billete de AVE y me planto en Madrid.
La excusa esta vez era echarse unas risas, conocer a alguién y comer  un cocido en el Lhardy.
Tenía curiosidad por estar allí. Posiblemente sea uno de los restaurantes más antiguos de Madrid  (lleva funcionando desde el año 1835). Y las críticas acerca de él son todas prácticamente muy favorables.  Las numerosas veces que he ido a Madrid me han permitido conocer el Botín, tabernas de la Plaza Mayor  y Plaza Santa Ana, restaurantes gays de nuevo cuño asentados en los aledaños de Chueca que no se si a estas alturas habrán sobrevivido a la crisis, y  cantidad de sitios  a los cuales me llevaron y de los cuales no recuerdo el nombre.Pero este sitio me faltaba.
Lo primero que me llamó la atención era el tamaño.  Lo imaginaba mucho más grande. Conocía por fotos y referencias lo típico de él.
 El interior de la tienda con sus dos mostradores enfrentados.  La fuente  plateada con grifo, de la que te puedes  servir tú mismo el famoso consomé. Está fué la primera imágén que vi " in situ" de El Lhardy, contemplando el escaparate desde  fuera. No me lo imaginaba tan pequeño. Después de comer, viendo fotos antigüas, caí en la cuenta  de que el Madrid  de aquella época en la que existían aguadores y se acababa de inventar la zarzuela ( tal y como  dice el catálogo publicitario), era infinitamente más pequeño que el de ahora.   Se podría decir sin exagerar, que el edificio estaba construido en un descampado y rodeado por alguna chabola dispersa.  Aunque pueda  ser difícil de imaginar aquello  en pleno XXI, ese restaurante, era  un bastión del lujo en aquél Madrid de miseria y gris. Un restaurante en cuyo Bar , situado al fondo de la tienda, las señoras de la alta sociedad de la época, podían solazarse en invierno con el consomé tomado de pie y acompañado con Tokay (un vino de moda de la época),  cómodamente , sin empujarse unas a otras. No eran muchas.
La escalera que daba acceso al restaurante, estaba franqueada por un hombre de color uniformado, que una vez que te dejaba entrar avisaba con un timbre de que llegabas.
Una vez  dentro del restaurante ( estuvimos en el salón isabelino),  los tonos de colores de las paredes,  el juego de iluminación  conseguido en la Sala  con luces y espejos,  los detalles tan consabidos de cubertería de plata, vajilla y demás etcéteras permiten ,si te dejas llevar,  que te sumerjas en lo que era el estilo decorativo que se llevaba en esa época: El Romántico.  Eso era el lujo hace 175 años. Ni más ni menos. Aunque el tiempo ha corrido tanto que quizá  pueda resultar chirriante para los ojos, no acostumbrados a ello.
Lo menos relevante para mí fue en realidad el cocido. La sopa y los vuelcos supercorrectos,  acompañados por un Rioja, y sin Souffle de  postre ( Hay que cuidarse).
Lo que me impactó, fué la conversación que tuvimos con la dueña del restaurante Milagros Novo.
Encantadora, super amable, nos llevo de visita por todos los salones del restaurante. Hay varios,  para quien tenga curiosidad pondré enlace a un reportaje, no voy a hablar de ellos y sus distintos estilos aquí.  Tampoco voy a hablar del Corsé de la Reina Isabel y del Pollo de Antequera ni de Niceto Alcalá Zamora.
Creo que  los tiempos que corren, la  crisis que no acaba y la competencia feroz existente, hacen que la lucha por mantener un restaurante de tales características es un verdadero esfuerzo de titanes. Y por distintas razones.
Las nuevas  tecnologías y el afán de hallar novedosas  texturas y sabores, han convertido la restauración  en un negocio que se lleva a cabo más que en una cocina, en un laboratorio de Química.
Raciones minimas que metes en la boca y  estallando en tus papilas gustativas en tres tiempos distintos. Y a un precio  exorbitante.
Por poner un ejemplo disparatado, pero a la vez muy cerca de la realidad: Una emulsión de sopa de ajo, que al minuto se convierte en sorbete  de limón para  terminar sabiéndote a nécora. Perfecta fusión  entre el fuego de la guindilla, la fuerza de la tierra y el sabor del mar.
Amén.
Perdonen, pero  es que prefiero tomarme la sopa de ajo en un sitio, la nécora en otro y el sorbete de limón  en la confitería. Así me entretengo  más.
Me pregunto si la gente que habla con entusiasmo de  tipo de cocina está convencido de verdad de ello o es inercia al ver que fulanito o menganito, considerados árbitros del buen gusto lo hacen.
No obstante, a pesar de esta  nueva moda,  El Lhardy lleva desde hace tiempo organizando las foodienities, dirigidas a este tipo  de personas, para que se animen a cenar allí el fin de semana.
Huelga mencionar que aparte del famoso cocido y demás cocina tradicional española, tienen muchos platos internacionales.
Luego está el tema de la conservación del edificio. Aparte de costoso económicamente,   conjugar rehabilitación, conservación  , innovación de algo tan antiguo es  algo complicado.
No soy decoradora y posiblemente me equivoque, pero creo que la opción que siguen principalmente es la de conservación.  Y esto  puede  tener dos consecuencias.  O una de dos: O que tus sentidos languidezcan imbuidos por un ambiente tan evocador.  O que el sitio te parezca decadente como la patina de polvo que  adorna la superficie de un mueble viejo.
Me llamarón mucho la atención también el suelo del restaurante y la escalera del sitio.
Mis bisabuelos fueron dueños de un Bar - Resturante:  El Minuto . Uno de los mas antiguos de Valladolid.  Y  su casa estaba en la planta de arriba. El Bar y la vivienda lo restauraron ellos en el año 1925. El edificio  donde estaban situados  Bar y vivienda  puede  que fueran tan antiguos como El Lhardy.
 El suelo de la vivienda de mis bisabuelos  era de baldosas rojas. El suelo del Lhardy (El restaurante está arriba de la tienda y el bar, en la primera planta), era de madera pero se notaba que era de implantación bastante reciente. Quizá el primitivo suelo fuera de baldosas también, como  el de la casa de mis ancestros.
La escalera   del edificio me hizo sonreir, recordando la vivienda de mis familiares. Era parecidísima:Madera.  La estructura y distribucion del restaurante también me recordó aquella casa. Los pequeños salones de El Lhardy en realidad son alcobas italianas ( habitaciones sin ventanas).No olvidemos que el Lhardy esta situado en lo que era una vivienda de un primer piso. Y en aquella época en la  distribución que se daba a las casas, no había la preocupación que hay hoy en día de que las habitaciones tuvieran acceso a la luz natural.
El tiempo pasa.  Y yo espero que sitios como El Lhardy  sigan ahí. Que el dueño de un Restaurante siga luchando por él como hace esa mujer, en vez dejar el trabajo  a otros como hace gente incluso más jóven me parece estupendo. Cantidad de sitios que eran muy buenos, han terminado cayendo por  el desinteres de los dueños que no estaban encima del negocio.
El  Bar  de mis  ancestros sigue funcionando como  " cafetín", no conservado, sino rehabilitado. Una pena, porque la enorme fuente del mostrador, donde quedaban boca abajo  en el agua los vasos de vino esperando ser usados era  preciosa.
Espero tener la suerte de ir poco a poco conociendo  más sitios emblématicos en Madrid. Como el Chicote por ejemplo.   Tomarse una cañita con un plato de jamón ibérico un domingo por la mañana allí, con buena música de fondo, es un buen plan. 


Página de Lhardy :
http://lhardy.com/

MaLnaik

Las puertas de Lhardy y del Bar de mis antepasados: El minuto. Creo que los que están en la puerta son los hermanos mayores de mi abuela.

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