" El día en el que dejé de hablar a la Luna de tí tuve miedo. Ya no estabas aquí. Posiblemente jamás estuviste. Ya no dolías. Y mi silencio me convertía en humo, haciéndome desaparecer poco a poco"
Alguna vez que otra los recuerdos que dejaste atrás, cogen carrerilla y se plantan enfrente de ti.
Intentas rozárlos con los dedos, y aquello que debería conservar olor y calor de piel tiene tacto de telarañas rotas y viejas.
Tú no querías que pasase, porque era lo único que daba sentido a tu vida. Pero hace mucho tiempo se te cayó del equipaje el dolor que sentiste al perder. Aún así, el abrazo de aquél vacio inconsolable que casi te asfixia al comprobar que fuiste capaz de olvidar aquello que más te importaba en el mundo, te sigue acunando.
Suenan de fondo viejas canciones que te estremecen a ratos provocándote una ternura oxidada.
Y crees que has doblado ya todas las esquinas que existen en el mundo, mientras llamas a puertas que nunca se abren.
Quizá esas puertas cerradas te están indicando el camino a seguir. Quizá es el momento para que te permitas, de una puta vez, cometer el pecado que siempre te negaste: Abrir la tuya.
Sentirte de nuevo una Novata en todo, atenta, con los ojos abiertos y con miedo. Y volver a llenar las estanterías vacías con todo lo nuevo que te pueda ocurrir.
El Penicilino, Bar emblemático de Valladolid, donde transcurre el Capítulo Tercero de mi Primer Libro :" Los últimos tres meses" |
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